Duelo en el aula

Los que lloramos la pérdida, sanamos cuando maduramos con
ella, cuando aprendemos a aceptar la pérdida y el cambio. Este
corazón destrozado que llamamos ‘pena’ –nuestro vínculo con
el otro, ahora invisible– es en realidad una flor de loto que se
nutre de las aguas frías y oscuras de la pena. El duelo puede
transformarse en humildad, fe y ternura cuando lo llevamos
con paciencia y respeto, y encontramos una relación serena con
nuestra tristeza sin que ésta nos sobrepase.
Joan Halifax

Los seres humanos, como criaturas autoconscientes que somos, tenemos la capacidad de darnos cuenta de nuestra finitud. Ningún otro ser vivo tiene consciencia de que, así como ha nacido, un día su cuerpo morirá. Ni el miedo a la muerte ni la evasión son las mejores compañeras de vida. El miedo paraliza y hace que los “asuntos pendientes” se vayan acumulando en nuestra particular mochila; la evasión, por su parte, nos aleja del gran aprendizaje de “saber soltar”. Los sabios de todos los tiempos han intuido que el hecho de afrontar la muerte nos lleva a vivir una vida con sentido.

La comprensión de la propia experiencia de duelo, así como las claves para ir transitando el dolor, no pueden venir de fuera: necesitamos reforzar la confianza en nosotros y en nuestros recursos de resiliencia, así como en nuestra propia forma de descubrir qué es y cómo se transita un duelo. Por ello el camino del duelo es personal y único en cada persona. No hay dos duelos iguales.

El duelo no es un estado, sino el proceso normal que sigue a la pérdida. Supone un tiempo de adaptación al cambio para reinventarse, descubrir la propia fortaleza, fomentar la resiliencia, y cuestionar creencias y valores.

Para los niños no es tarea sencilla integrar una pérdida, dado que carecen de los recursos madurativos. Por ello, la manera en la que los niños procesen una pérdida depende de su propio desarrollo cognitivo y emocional, de la edad y sus propias experiencias vitales, pero, sobre todo, también de la forma en la que su entorno más próximo gestiona dicha pérdida. Las experiencias tempranas en torno a una pérdida significativa y la forma de integrarla marcan la forma de afrontamiento de futuros duelos. En muchas ocasiones, apartamos a los niños de las ceremonias funerarias y de todo lo que tenga que ver con la pérdida en un intento de protegerles y evitarles dolor. Esta actitud de negación y evasión de la pérdida y, más concretamente de la muerte, tiene su origen en las dificultades de afrontamiento de los adultos. A menudo no sabemos cómo tratar con naturalidad el dolor en la relación con lxs niñxs, por miedo a no ser capaces de sostener nuestra propia tormenta emocional ante sus posibles reacciones.

Es verdad que niñxs y adolescentes son más vulnerables y poseen menos recursos que los adultos, pero es imprescindible a la hora de acompañar a un menor en su proceso de duelo el hecho de tener en cuenta sus propias necesidades. Los adultos debemos observar nuestros propios miedos que se puedan despertar ante una situación de pérdida o ante el hecho mismo de la muerte, sin dejarnos arrastrar por ellos.

Aunque a veces no lo demuestren, lxs niñxs, sobre todo los más pequeños, no saben, pero intuyen y desean saber. Construyen sus propias teorías a base de fantasías. La falta de respuestas y explicaciones por parte de los adultos cercanos puede acrecentar su angustia.

 

Los adultos somos su punto de referencia y de estabilidad. Nuestro objetivo debe ser brindarles la calma y la seguridad que requieren para seguir creciendo y aprender a lidiar y a integrar las vivencias dolorosas. Lxs niñxs necesitan sentir que pueden confiar en los adultos y, para ello, los adultos necesitamos saber qué entienden y qué no, con qué ideas o imágenes fantasean, para poder ayudarles a construir conceptos y experiencias más realistas y mucho menos angustiosas. El primer paso es escucharlos para comprender sus propias teorías, dudas, miedos, etc. Lxs niñxs expresan su mundo interno de forma metafórica, a través de imágenes y de preguntas. Si somos capaces de escuchar y atender sus preguntas, podremos ofrecer respuestas transparentes acordes a su edad, teniendo en cuenta que la muerte genera incertidumbres, por lo que no siempre tendremos respuestas para todo. Nunca hay que mentir a los niños, hay que hablar con ellos con mucha ternura y decirles: no lo se. El ‘no lo se’ envía un mensaje importante, que no somos omnipotentes y no tenemos respuesta para todo.

Ya lo dijo Elizabeth Kubler Roos, es recomendable mantener conversaciones con los niños respecto al tema de la muerte antes de que esta suceda en el entorno inmediato. El final de la existencia de un ser vivo se presenta ante nuestros ojos en multitud de ocasiones, por lo que cada pequeña o gran pérdida se puede aprovechar para hablar de ello con lxs niñxs. Así, la muerte de una mascota o incluso los cambios estacionales pueden ser un buen motivo para hablar acerca de la finitud y del cambio. Otro tipo de pérdidas también brindan la oportunidad de preparar a lxs niñxs para hacer frente al dolor: una mudanza, un cambio de trabajo por parte de uno de los progenitores, un amigo de la familia que se muda a otro país.

Recomendaciones útiles

Es recomendable no emplear eufemismos, sino decir claramente y sin reparos que la planta, el animal o lo que fuere ha fallecido, usando un lenguaje coloquial y cercano, pero certero. Frases como “nos ha dejado” o “se ha ido” encierran el riesgo de alimentar falsas esperanzas de un regreso imposible.

Comparar la muerte con el sueño alimentará la esperanza de que la persona fallecida “despierte”, por lo que no es conveniente realizar este tipo de comparaciones. Tampoco conviene generar una visión confusa y demasiado abstracta acerca de la muerte. Es importante evitar frases hechas, tales como “Dios ha querido llevárselo al cielo”. Las frases hechas, carentes de un sentido emocional para un niño, pueden bloquear su proceso interior de duelo. Se trata de hablar con lxs niñxs de forma clara y sincera a las preguntas que puedan formular, adaptándonos a su grado de madurez emocional y edad. Si nos mantenemos atentos y observamos nuestras propias reacciones y sentires ante las preguntas estaremos poniendo luz también en esos puntos oscuros que nosotros mismos tenemos y más nos cuesta afrontar.

Una de las asignaturas pendientes de nuestro sistema educativo es impartir materias que incluya la conciencia de la finitud de la vida, algo que es parte de la existencia humana. En este sentido, la Pedagogía de la muerte hace referencia al estudio de la educación, la enseñanza, la formación, la metodología, los recursos y la evaluación, así como todo los relacionado con ellos, que tiene en cuenta la muerte. La Pedagogía de la muerte propone hacer evidente que la muerte no solo existe cuando perdemos a alguien. Por ello no necesariamente un duelo tiene que ocurrir por la pérdida de un ser querido.

Lxs niñxs están preocupados por la muerte y por la pérdida. Incluso preocupados por las cosas que oyen en sus hogares, porque mi mamá puede perder el trabajo, o tendremos que mudarnos de casa, o mi papá debe irse a trabajar fuera. Muchas veces manifiestan estos sentimientos sin verbalizarlo, a través de la conducta, se hacen más retraídos o más agresivos o con cambios de carácter, están mostrando su preocupación. La salud mental, el bienestar educativo y la educación emocional serán la piedra angular del escenario futuro en las aulas. La figura del Coordinador de Bienestar y Protección es una referencia importante que ha venido para quedarse en nuestros centros educativos.

La Pedagogía de la muerte facilita la conciencia de la muerte como una Presencia que llena la vida de sentido y de valor.

La muerte es un contenido, un fenómeno, un objeto de conciencia que importa profundamente a todo ser humano. ¿Cómo es posible, entonces, que, a día de hoy, se encuentre tan lejos de la educación y de la escuela e incluso de la así considerada ‘educación para la vida’?

La muerte cruza contenidos disciplinares y transversales del currículo. Su presencia natural enriquece la educación, porque añade conciencia a los aprendizajes. Lxs docentes, que son los educadores que mayor relación tienen con los alumnos, deben saber cómo poder acompañar educativamente a un alumno o grupo de alumnos que ha experimentado una pérdida o un fallecimiento significativo.

La Pedagogía de la muerte ayuda a superar la mirada parcial de la educación y generar una pedagogía más consciente, afrontando el reto que la propia sociedad nos plantea: cómo tratar el tema de la muerte desde la educación.

El Proyecto Duelo sin Abrazos tiene el objetivo de divulgar la Pedagogía de la muerte y el duelo en escuelas, grupos de padres y madres, asociaciones, etc. No dudes en solicitar una charla gratuita sobre Duelo en el aula, Duelo infantil, Pedagogía de la muerte, Talleres de duelo para familias y docentes. En nuestra página web encontrarás recursos y bibliografía sobre Pedagogía de la muerte, duelo y crecimiento personal.

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TERESA ESCOBAR

PEDAGOGÍA DE LA MUERTE