La clave está en la conexión

 

¿Te ha pasado eso de que se te va a morir batería del móvil (o del ordenador), corriendo vas y lo conectas el cable del cargador y ves que así y todo no carga?
 
Entonces te das cuenta… «¡Anda! ¡No está conectado a la pared!»
 

Sin conexión no hay chispa.

 
Sin la chispa adecuada—como aquella bonita canción—aquello que intentas que pase, no va a pasar.
 
Lo traigo ahora al terreno humano.
 
Conectar no es estar de acuerdo.
 
Conectar es enfocarse en querer ver lo que le está pasando por dentro a una persona.
 
Esta es una clave esencial que nos proporciona la Comunicación No Violenta (CNV) para una gran mayoría de situaciones.
 
El resultado no deja de fascinarme. Hoy te pongo un ejemplo entre padres e hijos.
 
Digamos que tu hijo tiene alguna conducta que te preocupa.
 
No quiere comer, te miente, no quiere estudiar o ir al cole… lo que sea.
 
El hábito aprendido nos lleva a querer arreglar la situación, para que se comporte de otra forma. Y todas nuestras acciones tienen como foco ese objetivo.
 
Y el problema sigue (quizá va a peor)… y te desesperas y te preocupas más… y más se intensifica la frustación y el empuje de cambio en ti.
 
Entretanto, es probable que no hayas conectado con cómo lo vive tu hijo. Con qué es lo que pasa realmente dentro de él. Y por tanto, crecerán en él sus necesidades de escucha, de ser visto, entendido, aceptado y de mil cosas más.
 
Si quieres contribuir al bienestar de tu hijo, lo primero es conectar. Lo primero y lo principal es acompañarlo en eso que vive.
 
Te dejo aquí alguna pista de cómo generar esa conexión.
 
  • Expresarle tu intención de charlar para entenderle, no para echarle la bronca.
  • Recordarle que tú los querrás igual con esta conducta o con otra. Esto puede ayudarlo a sentirse aceptado y valorado en su esencia.
NOTA IMPORTANTE: Esto no quiere decir que tú aceptes todo como padre.  Tu amor es incondicional. Tu bienestar no, tu bienestar sí que require de tus propios límites. Hablaré de límites en otro artículo.
  • Evitar que las preguntas sean muy abiertas, del tipo «¿Cómo te sientes?».  La idea es intentar reflejarles lo que puedas imaginarte que le esté pasando, siempre chequeando con ellos si es así. «Hijo, ¿es que lo que te apetece es jugar con tus amigos y disfrutar, y no entiendes por qué queremos que estudies?»
  • Si llegas a un punto de entendimiento de lo que le pasa, y que tu hijo vea que lo entiendes, ahí podéis empezar a explorar juntos estrategias que ayuden a cambiar la situación de forma que funcione para los dos.
  • Asumir que es una conversación de muchas. Aceptar el ritmo de la vida, que es más lento que nuestras expectativas. Puedes decirle que podéis volver a conectar en un par de semanas y ver cómo sigue la cosa.
 
Siempre os lo digo, esto no es nada fácil. Sobre todo porque es muy opuesto a lo que hemos aprendido en nuestra sociedad. Así y todo, ¡es posible! Y es precioso ver lo que pasa cuando se da esa conexión.
 
Y sólo entonces, una vez que hay conexión, tu hijo podrá ser capaz de escuchar, de abrirse a un cambio, de poder ver otra perspectiva, de sanar lo que haya herido en él.
 
Este caso es transferible a cualquier otra relación o interacción humana. Por ejemplo:
 
  • En mediación con CNV, nos enfocamos en que las partes conecten. La solución al conflicto sólo puede llegar una vez haya pasado esto.
  • Si quieres cambiar algo de ti mismo o al menos entenderlo… no te valdrá con ejecutar sin haber conectado contigo mismo. Porque dentro de nosotros hay muchas partes también ansiosas de conexión y una mirada compasiva. Y lo que no te funciona con otras personas, tampoco te funciona contigo mismo. Al menos, a largo plazo.
 

¿Cómo te llega todo esto que te cuento? Me interesa tu perspectiva.

 

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MÓNICA MANZANO

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