Conect@dos pero no conectados

Podríamos reflexionar sobre si nos sentimos conectados…

Conect@dos pero no conectados

Según la RAE conectar puede ser “unir, enlazar, establecer relación, poner en comunicación”, también “enlazar entre sí aparatos o sistemas, de forma que entre ellos pueda fluir algo material o inmaterial, como agua, energía, señales, etc.”, y, para terminar, “lograr una buena comunicación con alguien”.

Podríamos reflexionar sobre si nos sentimos conectados…

Probablemente si hoy en día preguntamos a la mayoría de las personas de nuestro alrededor, ¿te sientes conectado? ¿tu ciudad está bien conectada? La respuesta sería “sí, sin duda”. Usamos esta expresión de forma cotidiana para hablar de todo aquello que tiene que ver con el mundo digital, por ejemplo participar en una reunión por videoconferencia, para el uso de la red, etc Pero también para hablar de comunicación, o incluso para describir eso que a veces tiene lugar cuando otra persona y nosotros pensamos o decimos lo mismo en el mismo momento, decimos “estamos conectados”. Es curioso que esa sensación de conexión que se describe en último lugar nos genera una sensación de satisfacción muy diferente a las demás.

Volviendo a la pregunta, ¿nos sentimos conectados?

Nuestra mente en un primer impulso pensaría, sin dudar, sí estoy perfectamente conectada. Tengo mi teléfono que me mantiene conectada, si quiero, 24 horas al día. Puedo llamar, puedo enviar y recibir mails (seguramente además desde varias direcciones de correo electrónico), puedo enviar y recibir mensajes instantáneos, puedo además navegar por internet, o por una de las decenas de redes sociales en las que también tengo cuentas, y además, me ayudan a estar conectada en tiempo real con “lo que pasa en el mundo” y con “mis seres queridos”, a los que periódicamente cuelgo fotos sobre lo que hago, donde estoy, con quien voy, lo que como, lo que me compro etc. Además, mi ciudad está también estupendamente conectada, buenas carreteras, estación de tren, aeropuerto, autobuses etc.

Pero si perdemos un minuto en reflexionar sobre todo esto, veríamos que toda esa conexión que nos planteamos para responder a esa pregunta la estamos interpretando desde un único prisma que se centra en nuestra proyección hacia fuera. Hacia fuera de nuestro círculo más inmediato, hacia fuera de nosotros mismos. ¿Qué ocurre con esa conexión más inmediata? ¿Es igual de claro para nosotros que esa conexión existe del mismo modo y es estupenda?

Cuando pensamos en conectar no tanto como comunicar sino como la segunda acepción de la palabra que se refiere a ese fluir de materia, energía, señales… conectar se convierte en algo mucho más trascendental. La conexión con nuestro cuerpo y nuestra mente. No hablo de la típica idea que nos sugiere dedicarnos tiempo “a nosotros mismos” o dedicar un rato a la meditación. No se trata de esto, sino de algo más simple y realmente para el ser humano más cotidiano, conectar con nosotros mismo a través e momentos que compartimos con otras personas, de experiencias, de tiempo libre, de no hacer nada, de pensar, de reflexionar… En ocasiones parece que vivimos en la” generación del mientras”. Nos bombardean con información publicitaria que nos dice “podrás hacer ejercicio mientras ves la TV”, “así podrás cocinar tu comida mientras trabajas en tu ordenador”, “podrás trabajar desde tu casa mientras cuidas de tus hijos”, “estudia inglés mientras haces deporte”. Ilusiones y falacias. ¿Por qué esa necesidad de cantidad en lugar de calidad? ¿Por qué esa necesidad de inmediatez? Este tipo de existencia nos empuja a la impulsividad.

Estar conectados verdaderamente debería pasar primero por el contacto real y sostenido y de calidad con lo que tenemos más cerca, nuestros seres queridos más inmediatos, dedicar tiempo a ello, y también a darnos tiempo para pensar, tomar decisiones, caminar por la calle sin mirar la pantalla, esperar en una sala de espera sin mirar el correo, esperar en una cola sin hablar por el WhatsApp, conducir sin hablar por teléfono… somos dependientes de la comunicación inmediata y externa, y esos pequeños momentos deberíamos dedicarlos a no comunicarnos hacia fuera, o a hacerlo con las personas que en ese momento tengamos más cerca.

Existen estudios en Reino Unido sobre todo que hablan de que la sociedad acusa un problema enorme de ansiedad porque las personas se sienten solas. Hemos perdido la capacidad de dejar de conectarnos con algo o con alguien las horas que estemos despiertos, y eso nos genera un tremendo malestar.

¿Y qué ha pasado con el aburrimiento?

Numerosos estudios sobre trastornos de comportamiento en los niños hablan de la necesidad de aburrirse y de lo nocivo que es el convivir con estímulos constantemente. La creatividad alcanza sus picos más altos en esos momentos precisamente, en los que dejamos a la mente “tranquila”.

Vale la pena dejar un rato de correr hacia adelante, y parar.

Conéctate,

TAMARA MARTÍNEZ

MEDIADORA & DOCENTE

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